Hogue / 30+2

2 de setiembre al 3 de octubre de 2010.

Presentación innecesaria. Abordar el trabajo de Hogue tiene un primer incentivo que no se da siempre cuando uno trabaja con la producción artística contemporánea y es que habla por sí sola. Hay una buena cantidad de elementos que enganchan al espectador en el juego que propone, que lo seducen y cautivan dejándolo en ese estado que tantos buscan provocar, que es tan difícil lograr y que los estetas clásicos denominan contemplación. Alguien podría pensar que hablar de contemplación frente a un “arte menor” como la caricatura es un despropósito, pero por suerte este tipo de categorizaciones hoy día no tienen mucha validez y el consumo contemporáneo de bienes simbólicos goza de una saludable desestructuración, saludable si lo que buscamos en ese consumo es el disfrute de las cualidades que un artista nos pueda ofrecer. El trabajo de Hogue si bien podría verse como polifacético – caricaturista, ilustrador, artista plástico, creativo publicitario, etc. – gana al ser percibido en su totalidad. Por muchos motivos. Uno podría ser la comparación de las caricaturas hechas en una cuartilla de papel común que el tiempo ha amarilleado, destacándole las correcciones hechas con blanco, que no se veían en el trabajo publicado en la prensa - trabajos hechos con la rapidez del encargo de la redacción del medio de prensa – con los grandes trabajos que ha presentado en exposiciones en galerías de arte y donde su vinculación con la realidad, nunca ausente en su obra, no es tan inmediata como la que está presente en la caricatura. Redondeando podría decirse que Hogue, a lo largo de su carrera ha incursionado en diversos lenguajes, contenidos y ámbitos, poniendo su talento al servicio de los mismos con una constante de calidad y excelencia en los resultados – si bien no dispongo de elementos para evaluar su desempeño como bancario - pero esto es solo un análisis, una mirada hacia una obra que, como decía al principio, habla por sí sola.

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